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La llegada de los europeos al nuevo mundo significó la conformación de diferentes naciones en las indias occidentales, con diferentes historias, etnias, culturas y religiones. No fue un arribo pacífico, ni un encuentro agradable con los nativos y sí el comienzo de miles de muertes sangrientas y violentas, del racismo más radical y de la instrumentalización del ser humano basado en la creencia de que el hombre blanco es la raza superior.
Así la historia de Latino América ha estado marcada por la violencia y el rechazo al “otro”, siendo el “otro” quien pertenece a una religión, cultura, ideología o raza con las cuales no nos identificamos, y como en Colombia estamos todos mezcladitos, bien mezclados, (pues ni los propios españoles eran puros de sangre ya que abarcaban todas las etnias indoeuropeas, árabes, sirios, africanos, entre otros) históricamente hemos tenido dificultades para identificarnos entre nosotros mismos y aceptar la multiculturalidad característica de nuestra nación (Principalmente indígenas, negros, españoles y en un mínimo porcentaje otras etnias).
A esto, se le suman los constantes conflictos internos que además han implicado que nuestro enemigo sean nuestros propios compatriotas, pues cabe destacar que un elemento importante para el establecimiento de una identidad nacional es la guerra, las naciones que han logrado consolidar esta identidad y sentido de pertenencia han tenido conflictos externos que han dado la sensación de victoria frente a otro pueblo. Pero en Colombia, la guerra ha sido con el mismo pueblo, entre el mismo pueblo.
La época de la colonia se caracterizó por el establecimiento de una jerarquía basada en el sistema de castas, es decir de la división de la población de acuerdo con su etnia. Si bien la independencia de España logró “eliminar” dichas clasificaciones de razas, esta no implicó el reconocimiento entre compatriotas pues cada región, cada etnia ya estaba sectorizada y era difícil, por ejemplo, para el blanco ver como iguales a negros e indígenas y para estos asumir una nacionalidad que en gran medida no representa las culturas y costumbres características de sus comunidades.
En tal sentido, en la actualidad son muchos los indígenas que no hablan español y población afrodescendiente que vive en localidades aisladas y olvidadas por el estado, así como es cosa de todos los días ver actos de discriminación y desconocimiento de nuestra multiculturalidad por parte de quienes creen pertenecer a una clase social superior, ideología, raza o religión heredadas de épocas coloniales. Sin embargo, nuestros problemas de identidad nacional surgen también por división de corrientes políticas, lo cual no solo aumentó brechas sociales y la discriminación racial, sino que nos convirtieron en enemigos, ya que, a la mezcla de razas se le suman las diferencias ideológicas convertidas en motivación para la guerra, agudizadas por estados oligarcas cuya prioridad se basaba en mantener en el poder a la misma clase política de blancos y ricos. Tales problemas de conflictos internos vienen de la conquista, seguida por la independencia, luego la guerra entre conservadores y liberales, posteriormente guerrillas con ideologías izquierdistas, narcotráfico y paramilitarismo, los cuales hoy siguen vivos.
Entonces, como colombianos es nuestro deber reconocer que somos la mezcla de indígenas, negros y españoles, sí, aunque más de uno solo le guste ser europeo y sienta vergüenza de su piel amarilla latina o café con leche. Es nuestro deber honrar nuestras raíces y desarrollarnos en torno a nuestras diferencias, reconocer que nuestra historia es diferente y apropiarnos de ella para dejar de pretender ser lo que no somos y de buscar soluciones que no se adaptan a nosotros para buscar modelos de desarrollo acordes a nuestra realidad histórica, social, económica y cultural. Debemos vernos en el “otro”, en el negro, en el indio, en el blanco, en el moreno, etc., y buscar soluciones a nuestros conflictos internos, partiendo de la idea de que todos estamos en un mismo territorio, dentro de una misma nación, compartiendo sangre e historia, y por ende el “otro” somos nosotros, Colombia.
REFERENCIAS:
Aponte Rojas (2010). Identidad colombiana en Fernando González Ochoa.
Berrío Meneses (2013). La formación del estado en Colombia y el origen histórico de su debilidad coercitiva. Algunas aproximaciones.
Caballero Antonio (2018). Historia de Colombia y sus oligarquías.
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